La renuncia de Benedicto XVI y cómo viví aquel día

10 de febrero 2014

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Cómo recuerdo aquel día. El día de la renuncia de Benedicto XVI. 11 de febrero de 2013

 

Estaba en el despacho de Marketing y Ventas de la agencia de noticias Rome Reports escribiendo un email a un cliente de Colombia, dado que para mayo de ese mismo año se celebraría la canonización de la Madre Laura Montoya. Justo en ese momento, alguien de la redacción entró en el despacho y nos gritó “entrad en la web del diario La República y mirad la noticia”. Estas fueron sus únicas palabras, y salió corriendo. Mi sorpresa fue cuando leí “El Papa Benedicto XVI dimite”. Por un momento, no podía creerme lo que estaba leyendo. Junto a mí, estaban el hombre del Social Media, José María Mayoral @josemarimayoral (quien tras su etapa en esta agencia se consolidó como un referente en este ámbito), y Juanjo Garín @JuanjoGarin, un hombre de confianza y trabajador que a cualquier empresa le gustaría tener en sus filas. Los tres nos miramos a los ojos y vimos “la que se nos venía encima”.  Jóvenes pero ambiciosos. Y alguno sin pelos en la lengua. Tras esa fulminante mirada comenzó el correcalles por la oficina. Todos corríamos de un lado para otro, atendiendo al teléfono a televisiones, radios, y diarios de medio mundo que nos contactaban para confirmar la noticia. Y la redacción echaba humo. Volaban los papeles por las mesas, y comenzaban las primeras conexiones telefónicas en directo.

En aquel momento, nos encerramos el equipo de Marketing para elaborar una rápida y definida estrategia de venta, y otra de imagen a través de las redes sociales, todo ello sobre la marcha y sin tiempo que perder. Las oportunidades estaban cayendo. No podíamos dejar pasar ni tan sólo un segundo. Cualquier producción donde apareciese la imagen de Benedicto XVI era deseada por todo tipo de medio de comunicación en el mundo. Desde aquel día las agujas del reloj ya no se movían, daba igual la hora que fuese, siempre estábamos con los ojos al ordenador  para seguir las últimas noticias y las orejas al teléfono para intentar acercar la imagen y los mensajes del Papa a todas las televisiones y diarios del planeta.  Ofrecíamos el documental con su biografía, y otros donde aparecía, imágenes de archivo, servicios extra de noticias, entrevistas, etc… todo era poco para nosotros.

Recuerdo que desde aquel 11 de febrero hasta mediados de marzo fue uno de los momentos más especiales de mi vida personal y profesional.  Me vienen a la memoria conversaciones mantenidas con el director de Rome Reports y viejo amigo, Javier Martínez-Brocal @javiermbrocal, quien poco a poco nos guiaba en los próximos pasos a dar siguiendo el protocolo vaticano. Sin embargo, pasaban los días y no acabábamos de asimilar aquella decisión tomada por parte de Benedicto XVI. Los que éramos nuevos en esto de vivir un Cónclave mirábamos atónicos a aquellos que ya habían vivido un Cónclave, aunque ninguno de nosotros había presenciado una decisión de tal dimensión.

Durante esos mismos días, tuve la suerte inmensa de poder colaborar de nuevo con dos grandes amigos y excelentes profesiones como son Pablo Hernández Breijo @hdezbreijo y Aleix Palau @apalaut, ambos habían trabajado en Rome Reports en un pasado no muy lejano, y fueron rescatados como apoyo para ese mes y medio. Digamos que uno es el opuesto del otro, pero juntos se complementan, y son dos piezas perfectas que no pueden faltar en ningún rompecabezas. Y con los que cuento para todo. Siempre recordaré a ellos cuando en mi memoria se proyectan aquellos frenéticos, pero a la vez satisfactorios días.

La decisión de un teólogo que paralizó el mundo

A nadie se le había pasado por la cabeza que Benedicto XVI acabaría su Pontificado renunciando. Los vaticanistas, basándose en sus investigaciones, aseguraban que el estado de salud del teólogo alemán había empeorado considerablemente en los últimos meses. Nada más lejos de la realidad. He de decir que días antes a la renuncia, y tras los achaques provocados por el caso del mayordomo, el Papa Benedicto XVI parecía recobrar su estado de ánimo, debilitado durante la etapa de Vatileaks.

La valentía y el coraje que tuvo el Papa alemán para tomar tal decisión dicen mucho de su persona, y de su inteligencia. Él fue quien durante sus ocho años de pontificado luchó para esclarecer casos de abusos sexuales que fueron tapados en un pasado, fue quien comenzó a destapar las cuentas del banco IOR, fue también quien recogió el difícil relevo del carismático Juan Pablo II, y fue quien nos dio una lección de humildad a todos, siendo consciente de que algunos que se hacen llamar “católicos”  iban a criticarle. Le aplaudió el mundo entero (creyentes y no creyentes), porque ningún líder mundial ha sabido nunca estar a su nivel, y tener la sangre fría que tuvo él.

Es el Papa que más ha hecho por la Iglesia Universal en los últimos años, y es aquel al que menos se le reconocerá. Es un hombre sencillo, al que nunca le gustaron los focos, dado que prefería encerrarse en sus escritos y oraciones. Estoy de acuerdo, en que su lenguaje no estaba preparado para esta sociedad inculta y desprestigiada, de hoy en día, aquella que hoy entiende perfectamente el mismo mensaje en un tono más llano proveniente del Papa Francisco. El Papa Benedicto XVI, ya sin fuerzas para seguir tirando del carro, allanó el camino a Francisco, quien ha encontrado en él a su mejor consejero. De hecho, días antes de su renuncia, dejó un documento privado para el que fuese su sucesor. En él seguro que ya le construyó el primer puente entre el sucesor de Pedro y el pueblo, las instituciones y los diferentes organismos mundiales. La decisión que cambió el curso de la historia fue tomada por un hombre humilde, trabajador y que siempre quiso lo mejor para la Iglesia.

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